Traducción: Ghiță Ștefania-Daniela
En las páginas de oro de la historia que registra el período medieval de Rumania, se puede distinguir un evento remarcable: el Ataque Nocturno de Târgoviște, liderado por el temido Vlad Țepeș. En la lucha continua y agotadora con los otomanos, casi como un trabajo de Sísifo, los vaivodas rumanos aplicaron varias estrategias para asegurar su victoria.
Te invito a agregarte a mí en un intento de comprender el modo de operación del Príncipe Vlad Țepeș y entrar en la mente aguda detrás de las acciones decisivas contra los otomanos.
Sobre Vlad Țepeș, el Empalador
Vlad el Empalador fue el príncipe de Valaquia y un formidable oponente de los otomanos, con un carácter fuerte y una dignidad que no le permitió someterse a los deseos de los turcos que habrían subyugado el país. Por este motivo, durante su reinado, Vlad Țepeș (en rumano) logró obtener la independencia temporaria por Valaquia. Una primera decisión para liberar al país del dominio otomano fue la negativa de pagar tributo en 1459.
Es elaborada una cruzada contra los turcos, iniciada y dirigida por el Papa y Matías Corvino, el rey de Hungría en ese momento. Vlad Țepeș también se adhirió a este plan, concluyendo una alianza con Matia Corvin alrededor de año 1460. Los otomanos intentaron, sin éxito, detener esta alianza y capturar a Vlad Țepeș. El príncipe organiza entre 1461-1462 una campaña inesperada al sur del Danubio. Los turcos son asesinados por los valientes y leales valacos del príncipe rumano.
El ataque de noche de Vlad Țepeș
Profundamente herido por el desafío del prícipe, Muhammad II planea vengarse en consecuencia. Un ejército con un efectivo de aproximadamente 120.000 hombres, a los que se suman buques de guerra, se dirige hacia el Danubio, con el objetivo de conquistar la fortaleza de Chilia y ocupar Valaquia. A pesar del intento de Vlad el Empalador, los ejércitos turcos logran avanzar hacia Târgoviște.
Las primeras medidas tomadas por el vaivoda fueron la aplicación de la táctica de la “tierra quemado”: envenenar los pozos, atacar a las tropas enemigas que eran buscando provisiones, quemar las cosechas, destruir posibles lugares de refugio y cosechas que pudieran ser utilizados por los turcos.
La situación de los otomanos se volvió cada vez más difícil a medida que se reduccían sus cosechas y los soldados se veían privados de comida y descanso. La estrategia de Vlad Țepeș valió la pena: obligó a sus enemigos a funcionar como unas centinelas automáticos, sin satisfacer sus necesidades fisiológicas vitales. Sin embargo, los enemigos no se dieron por vencidos y continuaron su misión con valentía.
Al ver esto, el ingenioso Vlad Țepeș piensa en un plan ofensivo que causará dificuldades a los turcos. El ejército rumano se disfrazó de soldados otomanos, vistiendose en sus ropas y volviendo las armas contra ellos. Armados con yataganes y lanzas turcas, antorchas con mazut que presagiaban el enojo, los rumanos partieron hacia el campamento enemigo, con el objetivo de matar al sultán mismo.
Los vigilantes fueron asesinados sin haber tiempo de anunciar el peligro, se incendiaron decenas de tiendas de campamiento, el campamento otomano quedó envuelto en humo y resonaba de los ruidos opresivos de los soldados atormentados y matados. Los turcos aturdidos ya no tuvieron tiempo de procesar lo que les estaba pasando y atacaron a ciegas, matándose unos a otros en la terrible trastorno creado. Se dice que el gobernante mismo atacó la tienda del sultán, pero él estaba en otra tienda, en reunión con sus generales, y escapó de la ira de Țepeș.
Las tropas otomanas logran tardíamente reorganizarse. Algunas de las tropas rumanas fueron encargadas con la protección de la frontera con Moldavia, mientras Esteban el Grande observaba las tensiones en Valaquia y codiciaba la Fortaleza de Chilia. El sultán se dirigía a este objetivo estratégico de gran importancia, y en el camino fue sorprendido y asustado por el bosque de personas empalados por el temido gobernante de Valaquia. Muhammad decide apoyar a Radu en el trono de Valaquia.
Poco a poco, Vlad pierde simpatizantes por Radu y sus tropas se vuelven demasiado agotados para resistir los ataques del oponente. Vlad se ve obligado a refugiarse en la Fortaleza Poenari, un evento que marca el final de su segundo reinado.
La reputación de Vlad Țepeș
Vlad Țepeș es conocido, incluso por extranjeros, con el sobrenombre de “Drácula”. Este nombre puede provenir del nombre de su padre. Vlad Dracul, el padre del voivoda, pertenecía a la Orden del Dragón, una sociedad militar-religiosa que tenía como objetivo defender el cristianismo e iniciar unas cruzadas anti-otomanas. De ahí el nombre “Dracul”, una variante del nombre latino “draco”. Sin embargo, se puede decir que esta denominación adquiere otras valencias debido a la crueldad de Vlad Țepeș en la aplicación de los castigos.
El apodo “Țepeș” tiene su origen en las leyes casi draconianas imponidos por el gobernante para prevenir los bandolerismos y los maldades y en la forma de ejecución de los prisioneros capturados en la guerra. Chocaba por la multitud de ejecuciones y por el hecho de que todas estas eran tan expuestas de modo que atraerían la atención de los ladrones sobre el destino que les esperaba si desafiaban la orden impuesta por el voivoda.
La siguiente historia ilustra fielmente la operación de Țepeș:
La justicia de Țepeș
Țepeș es un nombre o un apodo terrible, porque viene de la palabra astilla. Para que se entienda por qué se le llamó así, os digo que, tras el reinado del bueno y sabio Mircea el Viejo, siguieron gobernantes más débiles o malévolos. Los turcos golpeaban la frontera cada vez con más fuerza. Había mucho desorden en el país. Habían aparecido muchos mentirosos, ladrones, traidores, asesinos y otros criminales. Era difícil vivir así, porque estos ladrones y asesinos solo estaban haciendo traversuras, disgustos y males, y el país se estaba arruinando.
Tan pronto como se convirtió en un príncipe, Vlad Voda tomó una terrible decisión: castigar por empalamiento cualquier bandolerismo, cualquier irregularidad o maldad. ¿Se encontraba de que uno era perezoso? Lo llamaba en la astilla. ¿Capturaba a un ladrón? Lo mismo. ¿Había un traidor? La astilla sabía su nombre. ¿Qué más sobre los asesinos? Que ellos también se estaban muriendo por empalamiento. Incluso mató a muchos tártaros y turcos por la misma manera.
La noticia de los condenaciones hechos por Vlad Voda se había extendido por todo el mundo. Y así es como lo llamaron Țepeș.
¿Tenéis miedo ahora, queridos míos, oyendo de un gobernante tan duro? ¿No? Por supuesto que no: porque Vlad Voda era duro, muy duro, pero justo. Odiaba a los malvados y amaba a los buenos y a los honestos, a los hacenderos y a los laboriosos. Se ponía del lado de los que defendieron a su país con dignidad. En su tiempo reinaba en la tierra el honor y el buen orden. Que si dejabas una bolsa llena de dinero en un cruce de caminos, nadie la tocaría.
Pero se dice que una vez un comerciante se acercó a Vlad Voda y se lamentó:
-¡Su Majestad, los ladrones robaron mi bolso con dinero!
-¿Siguen siendo ladrones? preguntó el líder enojado.
-Parece que todavía hay, Su Majestad.
-¿Y cuánto dinero tenías en esa bolsa? preguntó Vlad el Grande.
-Cien oros, dijo el mercader. ¡Cien en la cabeza!
-Lo siento, comerciante, que han aparecido ladrones en mi país. Pero esto es lo que te digo: ve a la posada y espera tres días. Entonces ven a mi. Que, mientras tanto, mis hombres, por supuesto, atraparán al ladrón. Si no lo atrapan, te dará los oros del erario del país.
El comerciante se fue, frotándose las manos con alegría de poder conseguir su bolsa de dinero.
Pero a Voda no le gustó la apariencia del comerciante: sus palabras y comportamiento olían a mentiras. Por eso pensó en ponerlo a prueba.
Al tercer día, cuando vino a preguntar por el dinero robado, Vlad sacó una bolsa del arquilla y se la mostró:
-¿Esta es?
-¡A…Sí, Su Majestad! centellaron los ojos del comerciante como aquellos de una zorra acechando a un pollo.
-Cuenta, a ver si están todas las amarillas! ordenó el líder, sin tomar sus ojos del comerciante.
El comerciante se apresuró a contar. Cuando terminó, el líder le preguntó:
-¿Ellos son todos?
-¡Todos, Su Majestad!
-¿No falta ningun?
-¡No, Su Majestad!
-Cuentalos una vez más.
-No, Su Majestad, los conté bien.
-¿No hay un extra?
-¡No, Su Majestad, hay cien en cabeza!
-¿Sí? Entonces dame la bolsa para que pueda contarlos ya.
-¡No hace falta, Su Majestad, tiene cien en la cabeza!
Pero el líder no se dio por vencido; sabía lo que sabía:
-Te ordeno que me des la bolsa par contar los amarillos.
El comerciante estaba metido en un cenagal. Se puso rubio y cárdeno por susto. Voda tomó su bolso y contó los amarillos frente a él, formando diez montones de diez. Un oro se quedó solo.
-¿Que pasa con eso? preguntó Vlad con dureza.
-No… no sé… yo…
-Tenías cien amarillas en tu bolsa, ¿no?
-Sí, cien…
-Y cuando los contaste, encontraste cien, ¿no?
-Todavía cien…
-¿Y ves que hay uno más?
-Estoy viendo…
-¿Por qué mentiste? ¿Por qué trataste de robarme? Eres un ladrón y un mentiroso. Me enteré que no te robaron ninguna bolsa porque no eres comerciante y nunca tuviste cien amarillas. Eres un ladrón que se atrevió a engañar hasta el voivoda.
El presunto mercader guardó silencio. Atrapado con el gato en la bolsa, sabía lo que le esperaba…
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Fuentes: