Richard Wurmbrand y los 14 años en las cárceles del comunismo

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Autor: Laura Pintilie (Dobrin)
Traducción: Bujor Andreea
Revisado por: Crina Cristea, Irina T.

 

Hace unos años descubrí un libro que marcó mi existencia. Se trata del libro escrito por Richard Wurmbrand, En el Subterráneo de Dios, el cual vale la pena que lo lean tantas personas como sea posible, en especial por sus testimonios del calabozo del comunismo. Estamos enfrente de un estilo de vida miserable y torvo que el comunismo impuso, aunque no exclusivamente, al pueblo rumano.

El libro En el Subterráneo de Dios fue escrito en el contexto del comunismo acerbo que experimentó Rumanía en la dictadura de Ceaușescu, en el cual se recogieron importantes testimonios del pastor Richard Wurmbrand desde la cárcel. Para quienes no lo saben, Richard Wurmbrand fue un mártir de la fe que soportó durante catorce años torturas inhumanas que le aplicaron como consecuencia de la política comunista dirigida y guiada por Stalin.

El propósito del libro no es denunciar el comunismo, sino más bien presentar un testimonio para la comunidad protestante evangélica, pues Richard Wurmbrand era parte de la comunidad minoritaria de los judíos mesiánicos. En este texto se construyen piezas de una vida sometida a un partido que, supuestamente afirmaba valorar al ser humano. Nos centraremos especialmente en lo que el autor mencionó acerca de las prisiones comunistas. En efecto, Richard Wurmbrand presenta detalles que constituyen un valioso material para la comprensión de la vida tras las rejas.

 

Viniendo desde el Occidente, Richard Wurmbrand confiesa cómo es la verdadera Rumanía comunista, disipando los mitos e imágenes que glorificaban a este régimen político. De esta manera, la publicación en 1968 del libro En el Subterráneo de Dios en el Reino Unido y los Estados Unidos – dos estados libres en aquella época – impactó fuertemente a los lectores que hasta entonces no tenían conocimientos sobre el funcionamiento de aquel sistema, echando por tierra la visión idílica del comunismo sustentada sobre la igualdad, la armonía y el respeto a los derechos humanos.

Años más tarde, en 1994, el libro fue traducido en rumano y escrito en nueve partes, siendo leído por muchos protestantes cuyas vidas ya habían sido influenciadas por Richard Wurmbrand a lo largo de los años, especialmente por su conocida resistencia a la opresión de los gobernantes rojos.

En el Prólogo, Richard Wurmbrand nos señala que el principal motivo para la aparición del libro fue la conmemoración de las vidas de los “mártires cristianos que sacrificaron sus vidas por el servicio a Dios y que murieron torturados por los comunistas” (p. 6). Al mismo tiempo, el autor señala que los nombres que aparecen en el libro son ficticios, a pesar de que el testimonio está basado en hechos reales. De haber revelado los nombres de las “personas que hicieron el bien, (ellas) habrían sido perseguidas.” (p.12)

Estos aspectos del comunismo nos introducen en un mundo subjetivo criticado a través de los ojos de Richard Wurmbrand, quien acumuló bastante experiencias para ser expuestas en las páginas de un libro con el fin de evidenciar la nobleza del sufrimiento, comparada en aquel entonces con el sufrimiento de Cristo.

Después de llegar a la cárcel y de haber sido raptado por los empleados de la policía de seguridad, Richard Wurmbrand relata con horror lo que sucedió desde aquel día hasta catorce años después, cuando fue liberado.

Estando adentro, se llevaron mis documentos, mis objetos personales, mi corbata, mis cordones y, finalmente, mi nombre. De ahora en adelante, dijo el oficial de turno, tú serás Vasile Georgescu. (p. 13)

Desde aquel momento, la historia va aumentando su intensidad, llegando a relatos inimaginables sobre los métodos comunistas con los que se intentaba “reeducar” a los prisioneros, haciéndolos confesar  actos que no habían cometido. A continuación mencionaré algunos métodos que destaqué del relato de Richard Wurmbrand y que considero representativos para aquella época.

  • El primer método era la técnica del magnetófono, que fue utilizado por los comunistas para asustar al prisionero y forzarlo a confesar algo que no hizo. Se utilizaban grabaciones con gritos o alaridos que parecían ser reales y que amenazaban al interrogado.

Mientras el hombre se afana por adivinar el motivo de su prisión, la tensión se profundiza con otros trucos: escucha disparos desconocidos o los gritos de otros detenidos grabados en la cinta magnetofónica. ( p. 37)

  • El segundo método era la técnica del picadero, según la cual los presos debían estar de pie durante horas mirando a la pared, sin comer, siendo forzados después a obedecer las órdenes repentinas del guardia. Si se movían o desobedecían las órdenes que se les impartía, eran derribados al suelo y sometidos a terribles palizas.

Lo peor de todo era tener que empezar de nuevo después de que te permitieran descansar unos minutos. (p. 48)

  • La espera era considerada por Richard Wurmbrand como “la peor tortura”, pues nadie sabía qué iba a suceder. Significaba ser testigo a los golpes y a las torturas que otros sufrían, sabiendo de que en cualquier momento serías el siguiente. En efecto, los guardias no anunciaban sus golpizas, sino que las daban sorpresivamente, ya que el sufrimiento era el mejor método de formar una mentalidad servil que permitiría la implantación del comunismo.
  • El tercer método era el uso de drogas, utilizado en las prisiones comunistas para causar locura hasta la amnesia, con el objetivo de que los prisioneros olvidaran el pasado y abrazaran tanto su situación actual como al nuevo régimen político que los dominaba. Por tal motivo, la fe en Dios era considerada una rival y se pretendía su erradicación.

…los doctores me prescribieron un nuevo medicamento: una cápsula amarilla que me hacía dormir mucho, teniendo sueños muy agradables.(p. 69)

Los métodos descritos nos hacen partícipes de escenas cruentas propias de un guion de ciencia ficción, pero cuya veracidad es confirmada por los libros de historia. Son, lamentablemente, parte de nuestra nación que, cegada por el poder y las leyes comunistas, se olvidó de los grandes valores de la humanidad: el amor, la justicia y la verdad. Leyendo el testimonio de Richard Wurmbrand, quien describe muchos más metódos de tortura en su libro de más de doscientas páginas, es inevitable no sentirnos profundamente afectados por la existencia de una generación tan atormentada por la crueldad de un partido tan sediento de poder como el Partido Comunista Rumano.

Pudiendo apenas concebir lo que alguna vez fue verdadero, sentimos que estamos en un estudio de grabación de una película en el que la historia dirige y nosotros, los espectadores de otro siglo, somos meros espectadores.

Jugué al ajedrez conmigo mismo con piezas hechas de pan: unas negras contra otras menos negras, blanqueadas con la cal de la pared. Podía separar mis pensamientos de tal manera que las negras no supieran el próximo movimiento de las menos negras y viceversa y, debido a que no perdí ninguna partida en dos años, concluí que podía declararme un maestro en ajedrez. (p. 56)

Esta cita nos muestra cómo el ser humano privado de libertad se aferra a la normalidad, practicando actividades que requieren el uso del cerebro para mantenerse mentalmente sano. En un pasaje humorístico, el autor nos relata que, para distraerse de la vida angustiante que llevaba, se servía de materiales improvisados, que constituían todo para una persona que no tenía ningún contacto con la luz del día. En lo personal, me impresionó la actitud del prisionero pues, normalmente, la situación en la que se encontraba podía conducir a cualquier persona a la depresión e, incluso, a la muerte, pese a lo cual logró sacar provecho de sus escasos medios para escapar de la realidad en la que estaba cautivo.

Las meras palabras nunca han sido capaces de expresar lo que siente el ser humano cuando se acerca a Dios. A veces estaba tan repleto de alegría que no podía sino expresarla a través del baile. (p. 57) 

Esta cita describe nuevamente una manera de liberarse de las garras de la soledad causada por la prisión y de inducir el propio gozo en Dios. Vemos que el cumplimiento espiritual puede salvar al ser humano de la muerte del espíritu e, indirectamente, del cuerpo, ofreciendo la satisfacción de proyectarse a otra dimensión en donde el hombre es capaz de permanecer alegre aun en los momentos de mayor dificultad y tribulación. Parece, en definitiva, que el dolor físico es insignificante frente a la alegría provocada por la fe, que crece y libra al ser humano del subterráneo, vivo.

Se decía entonces que en Rumanía la vida se componía de cuatro “auto”: la autocrítica, realizada regularmente en oficinas y fábricas; el autobús de reclusos, que te llevaba a la policía de seguridad; la autobiografía, que te pedían que escribieras, y la autopsia. (p. 42) 

Esta frase encuadra a la perfección lo que significaba el comunismo y la forma como accionaban sus defensores. A través de la autocrítica, las personas eran perseguidas hasta encontrar motivos para sancionarlas; con el auto, los perseguidos eran capturados y llevados a la policía de seguridad. Estando allí, debían escribir su autobiografía, reconociendo hechos que jamás hicieron. Finalmente llegaba la autopsia, término que se refiere a la desaparición sin rastro de las víctimas torturadas en las condiciones más clandestinas posibles.

En conclusión, afirmo con certeza que este libro de Richard Wurmbrand, En el Subterráneo de Dios, recoge testimonios temblorosos en sus páginas, dignos de ser colocados al lado de los más importantes tratados acerca de la historia del comunismo, pues nos describe de manera excepcional cómo era la vida de las personas en la época del comunismo en Rumanía, en la que la creencia en Dios se pagaba con prisión e, inclusive, con la muerte, siendo el ejercicio de la libertad un acto que, incluso a los más valerosos, les representaba miedo y terror.      

 

       

 

Fuentes: Richard Wurmbrand, Cu Dumnezeu în subterană, București: Editura Casa Școalelor, 1994

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